La hipocresía de la “humildad”
- @joshdiceque
- Nov 4, 2016
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Existe un consenso casi general que glorifica a la “humildad” a la vez que condena a su antagonista: “el ego”, esa tan temida sensación (así es, el humano es tan primitivo que se aterra solo por sentir algo) que se debe evitar o suprimir a toda costa, a pesar de que el propio ego y sus rasgos subsecuentes son elementos que todos tememos por justas y necesarias razones evolutivas y de supervivencia incluso, no obstante lo anterior cada día millones de seres humanos se sienten culpables por experimentarlo.
Nos han inculcado desde que nacemos que es malo resaltar (o por lo menos que cuando resaltes sea de una forma discreta, “humilde”), que si tú eres mejor que alguien en lo que sea es por suerte, desvirtuando tu talento y esfuerzo totalmente, tus triunfos provienen únicamente porque dios así te lo permitió y desafortunadamente a los demás no, te enseñan que puedes hacer sentir mal a alguien que es inferior a ti si tu discrepas en talento o virtud frente a él, en esta cultura cuyo padre es latino y la madre católica te dan la idea del “mejor vamos a quedarnos todos en este nivel inferior para que nadie se sienta mal”, no se te alienta a resaltar, a mejorar, a superarte a ti mismo, se te anima a ser parte del rebaño, a ese “si, estas jodido, ¡Pero todos estamos jodidos!” la tranquilidad, monotonía y falsa igualdad del rebaño; El consuelo o confort de los pendejos.
nos enseñan a sentirnos culpables del éxito, a tener una mentalidad derrotista y a ser inseguros de nosotros mismos, pero la realidad es que el ego es algo necesario, el ego es algo bueno, el ego te nutre, te da seguridad, confianza en ti mismo, además que no tiene absolutamente nada de malo reconocer una virtud sea propia o ajena ya que cuando se minimiza un logro propio con la intención de actuar de forma humilde siguiendo fielmente la idiosincrasia de inferioridad que nos han inculcado, esa humildad se convierte en simple hipocresía ya que quien adopta esta postura esta consiente de la magnitud del acto o virtud que le elogian, pero pese a esto adopta una careta y falsa pose ante los reconocimientos, lo cual muchas veces conlleva solamente a que lo elogien más para tratar de convencerlo de la magnitud de lo ocurrido.
Esto se convierte en un problema justo como la mayoría de las ideas ridículas se vuelven un problema: cuando llega el momento de contrastarlas con la realidad, cuando ese niño “especial” que creció toda su vida hasta la adultez aprendiendo que nadie era superior que él no es contratado después de tener su primera entrevista de trabajo, y pese a que le enseñaron que es imposible que una persona sea mejor que otra parece ser que acaba de pasar justo eso, y él es la persona “inferior” en este caso, el problema es que nadie le enseño a lidiar con ello, nadie le enseño a motivarse para tener una superación personal cuando vea a un tercero que es mejor que el en algo, a saber cuándo y con que competir, a tener un ego sano, centrado, realista del cual parta su autoestima, mucho menos a manejarse sobre esa delgada línea entre la megalomanía y el narcisismo por un lado contra el complejo de inferioridad e inseguridad en su propia persona por el otro.
Esta sociedad espera de cualquiera que detente cualquier talento o que haya alcanzado el éxito actué “humildemente” es decir, minimizando sus logros y sus aptitudes aun cuando alguien más se los reconozca, un mundo en el que todos seamos iguales no va a pasar, por ello debemos empezar a entender que la grandeza de alguien no oculta la propia, cada uno de nosotros es el mejor en algo, aunque sea en ser nosotros mismos. Todos hemos pasado y pasaremos tanto por logros así como por fracasos, todos seremos mejores que alguien más de una vez en nuestras vidas incluso pasando por encima de varias personas, el punto crucial es lograr encontrar ese equilibrio en el que entendamos que lo que nos define como personas son muchos factores más allá de un talento o un logro, de un éxito económico o laboral, la clave consiste en aceptarnos siendo ni más ni menos de lo que somos siempre estando seguros de nuestra capacidad para lograr cualquier cosa que así nos planteemos, aunque eso signifique levantar más de una mirada de desaprobación al llegar a la meta.
